La inflación de Estados Unidos se dispara

Malas notificas para los mercados, malas noticias para el bolsillo de los ciudadanos del paí­s del norte. Este último informe mostro lo que muchos analistas venían anticipando: la necesidad de una Fed que pueda intervenir antes de una tormenta mayor.

Planner

Para muchos operadores, la década del 1980 quedo marcada a fuego en su memoria. En el mes de mayo de aquel año, la inflación del gran país del norte llego a tocar picos de 14% mensuales. Se sabe que la el fenómeno inflacionario es una enfermedad sistémica, contagiosa y que si no se ataca a tiempo suele tener efectos devastadores en todo aspecto económico de una sociedad. Japón, Alemania y tantos otros han sufrido avatares hiperinflacionarios y han vivido con consecuencias negativas durante años. Actuar a tiempo es todo lo que se necesita.

La Fed está en modo dovish y parece no darse cuenta (o hacer la vista al costado) de lo que está sucediendo. Si pensamos que es lo que pudo haber sucedido para llegar a este punto podemos concluir en dos aspectos básicos: la necesidad de una emisión muy por encima de lo que se esperaba y por otro la baja de la demanda de dinero a causa de la pandemia en el 2020.

Sentarse a pensar que se podría haber hecho diferente es un sentido, pero es necesario evaluar la situación para posibles futuros escenarios. Quedo demostrado, más allá de cualquier escuela económica que pueda tener una opinión formada, que la emisión monetaria genera inflación y si no existe la demanda necesaria, aún más. Entretanto, la Fed está comprando actualmente 120.000 M de dólares en activo al mes y se ha comprometido mantener este ritmo hasta sostener progresos sustanciales hacia los objetivos de máximo empleo.

Los mercados, al conocer el dato, han descontado el accionar de reserva Federal, haciendo que la tasa de los bonos de 10 años de un salto considerable y los principales índices del mundo operen a la baja. En cuanto a los que respecta a los mercados emergentes, estas expectativas inflacionarias invitan a pensar que sus monedas sufrirán, más temprano que tarde, cimbronazos que de alguna manera deberán contrarrestar.